Cerraré las ventanas a
dorados ayeres,
negaré mis jardines al
futuro indeciso,
confiaré la mirada al
contorno preciso
de huellas en la arena
de mis atardeceres.
A un lado apartaré los cuidados vividos,
borraré los recuerdos
de la infancia dorada,
en vano esperará la
cosecha anhelada,
quedarán solitarios los
inviernos temidos.
Acallaré las voces de
enseñanzas arcanas,
apagaré las luces del
difuso mañana,
ante los mercaderes del
templo he de pasar.
Y allá donde el
silencio se hace canto sonoro,
y visten las memorias
con vestidos de oro,
allá, donde no hay
horas, lo Eterno me ha de hallar.
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