jueves, 25 de diciembre de 2014

Mirada azul




Era un día lluvioso y frío. El cielo
asemejaba un corazón cerrado;
Bruselas replegábase en sí misma,
recogida en su manto.

Mañana austera y gris; yo comenzaba
un matinal paseo solitario;
y encontré, de improviso, en una acera,
metido en sus harapos
y encogido en su vida, un indigente,
cuya cabeza gris hablaba de años,
de tiempos, sinsabores, experiencias,
guerras perdidas, pasos
cada vez más penosos.
                                      Y al tenderme
sin hablar, una mano,
compasiva, en ella puse un euro,
y el viejo al contemplarlo,
alzó sus ojos, que clavó en los míos:
Y eran sus ojos limpios como lagos;
con la mirada cándida de un niño,
con el color de un cielo de verano.


Sin palabras, aquel mendigo belga
alzó, lento, la mano;
y dio en su corazón dos golpes leves,
con el puño cerrado;
mientras yo lo miraba, conmovida,
entendiendo, o así quise pensarlo,
que me dijo:” De corazón recibo,
y el corazón comparto”.

Y al punto, suavemente,
hice mío su gesto solidario;
y al toque, el corazón en mí sentía
bullir de bendiciones un océano.

Aunque era gris el día, y frío, y triste,
el sol me acompañó, tibio y dorado:
era un tiempo lluvioso el de aquel día:
Excepto en un trocito
                                      de acera con harapos.

                   ---oooOOOooo---
En Bruselas, Octubre de 2.008
(Escrito en Las Palmas, Octubre de 2.009)