Tarde de Mayo. Cielo
transparente.
Sueña el niño, y el brillo
en su mirada
nos trae del Infinito,
reflejada,
calma de lago y fuerza de
torrente.
Crecen la vida y el amor
despacio;
el joven, presintiendo ya
las glorias,
entreteje en cuartillas mil
historias,
que atesora en un viejo
cartapacio.
Almas de árbol, blancos
homenajes,
aguardan a que empiece su
viaje,
vibrando en la emoción que
las delata.
Y con azules lágrimas de
tinta,
llorarán con las penas de
Jacinta,
envidiando el amor de
Fortunata.
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25-03-2006
(Para
el Día de Galdós, 2006)